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Pizarro's Thirteen

¡Amigos y compañeros! En este lado están los trabajos, el hambre, la desnudez, las lluvias y las tormentas, el desamparo y la muerte, en aquel la holgura y el placer: allí está el Perú con sus riquezas, aquí Panamá y sus miserias; escoja cada cual lo que más propio estime de un valiente castellano, que por mi parte voime al sur.

Francisco Pizarro
, que con esta arenga parece invitarnos a Laguna Beach, transformó los ánimos de sus tropas que sufrían el abandono y la incertidumbre en la Isla del Gallo. El poder de estimular a la masa respaldado solo por el verbo es una virtud hasta ahora valorada (aunque sea improbable que el analfabeto conquistador pudiera expresarse con tanta elocuencia no se le resta el mérito de, a pesar de sus limitaciones, cumpliera el objetivo: convencer).

En los libros de historia aún se identifica a los trece soldados españoles que cruzaron la histórica línea que simbolizaba su voluntad para conquistar el sur. Pero estas listas tienen una usual omisión.

Las fuerzas militares que conformaron el proyecto de conquista estaban integradas en su mayoría por hombres cuyas edades fluctuaban entre los 30 y los 45 años que carecían de experiencia militar. Al no contar con bienes y riquezas en su iberia natal tenían pocas oportunidades de mejorar su situación social. La aventura americana se presentaba para muchos campesinos, labradores, villanos (habitantes de las villas), artesanos y, uno que otro, noble empobrecido (hidalgo) la ilusión de mejorar su situación y acceder a privilegios reservados para la nobleza.

Asi como la centena de arcabuceros que trajo Almagro luego de la captura de Atahualpa y muchos otros soldados que no recibieron títulos, encomiendas o mercedes de tierra; hay otros excluidos de las listas históricas. Los esclavos africanos que "acompañaron" a los conquistadores contribuyeron con sus vidas, dispuestas como medios de no tan diferenciada valoración como un caballo o una mula.

Sin animo de celebrar la conquista del Perú (pues no olvidemos que fue un genocidio, catastrófica manifestación de la naturaleza humana) pretendo recordar que como en tantas ocasiones la historia es contada a medias.

Algunos autores afirman que, en el episodio de la Isla del Gallo, fueron catorce (trece españoles y un africano) los que cruzaron la línea. Este nativo de Guinea estaba sirviendo a Alonso de Molina. Se relata que en el arribo a Tumbes el anónimo esclavo generó desconcierto entre los nativos. Africano, Hispano y Andino se encontraban juntos por primera vez sin sospechar que el mestizaje y conflicto de esta coexistencia definirían hasta ahora al Perú.

María Carazas Salcedo, autora de la tesis que inspira estas líneas (Imágen(es) e Identidad del Sujeto Afroperuano en la Novela Peruana Contemporánea) nos relata:

Entonces le ofrecieron agua para que se lavase pensando que el color de su piel cetrina se debía a que estaba cubierto de polvo del camino, pero luego de las abluciones del caso el esclavo seguía igual que antes. Los indios tumbesinos se quedaron absortos y confundidos porque no podían creer lo que veían en ese momento, mientras que el negro se reía mostrando su dentadura blanca con mucha soltura.
Todo Empezó con buena onda.

2 Comments:

  1. puchicana said...
    pasé por tu blog
    interesante
    seguiré leyéndote

    saludos
    clau
    malegriia said...
    Me imagino a los incas que le tiraban valdes de valdes de agüa al africano que gracioso, y debio ser de buena onda como cuando jugaban con los blondos cabellos de los conquistadores... hasta que a ambos se les pasa la curiosidad mutua y comienza la realidad..

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